A ello se suman los primeros esfuerzos concretos para proteger las infraestructuras críticas en la UE de ataques a sistemas vitales a gran escala, terreno en el que se está preparando una propuesta de Directiva. Tiene la iniciativa un sabor a endurecimiento de penas para los autores de ataques y para los desarrolladores de programas informáticos malintencionados.
Además, ha tomado cuerpo hoy la ciberseguridad en sus facetas ciudadanas, de orden público y en lo tocante a la defensa de los estados-nación. Y merece la pena recordar que hace algunos años, pocos, la cosa no pasaba del fraude. ¡Ah, cómo vamos cambiando sin darnos cuenta! ¿Se imaginan hace un quinquenio hablando de las “Dark Clouds”, del crimeware as-a-service, de los servicios de criptoanálisis en “la Nube”, del diseño de código malicioso orientado a Scada, de la protesta social en forma de ataque de denegación de servicio, del hosting seguro para albergar contenido ilegal...?
Queda camino que recorrer, porque todos los esfuerzos de defensa ante la ilegalidad deben pasar por consagrar la piedra angular de la evidencia electrónica. Hay que tenerla, tratarla adecuadamente y conseguirla de forma lícita, aunque sea caro. De otra forma, sus Señorías no deberían considerar probados los hechos, y se volatilizarán los culpables y los castigos. Y ése sí que es un peligro que acecha a la vuelta de la esquina. ¿Nos queda o no camino por delante? |