¡ES LA SEGURIDAD, ESTÚPIDO!


El affaire WikiLeaks viene generando no poca controversia, mayormente centrada en el eco social de las revelaciones que los medios seleccionados por el sitio web están sacando a la luz para dar cauce informativo a un ingente material aparentemente polémico y ‘cuestionador’ de algunas prácticas de cierta diplomacia de allende el Atlántico.

  
LUIS G. FERNÁNDEZ  
Editor  
lfernandez@codasic.com  
Más allá de las lecturas pueriles de este paradigmático fenómeno, del mismo se coligen dos temas que a quien esto escribe le causan honda preocupación. El primero de ellos hace referencia a algo muy primario que ya se nos enseñaba a los periodistas en primero de carrera: siempre hay que confirmar la fuente de la noticia. En este sentido, existe la errónea creencia –muy generalizada me temo– de que todo lo que pueda proceder de sitios como el de su fundador Julian Assange es y siempre va a ser veraz. (¡A ver quién es el listo que confirma la fiabilidad de esas noticias! ¿Se le preguntará a embajadas y gobiernos concernidos para que corroboren las felonías?).
Un servidor duda de ello. Creo que WikiLeaks y cualesquiera sitios similares van a ser objeto receptor y ulteriormente propagador de una desbocada oleada de caballos de Troya informativos arteramente decididos por los inductores para conocer Dios sabe qué oscuros intereses de intoxicación y manipulación. Al tiempo. La segunda preocupación hace referencia al tema que a todos los implicados en el mundo de la seguridad concierne. Trayendo a colación la conocida sentencia alumbrada durante la campaña electoral Clinton- Bush en los 90 que decía aquello de “Es la economía, estúpido”, procede aquí parafrasear que lo verdaderamente importante del affaire WikiLeaks es “La seguridad,...”. Porque de eso se trata: de un asunto de seguridad, más exactamente de un asunto de cuestionamiento integral de la seguridad.
En esencia, WikiLeaks es un zurrón “recipientario” de megatoneladas de informaciones robadas. Y sus consecuencias son para echarse a temblar por lo que significa: todo el entramado protector de seguridad lógica en EE.UU. no ha valido para nada; los “sustractores” se pasaron todas las multimillonarias y sofisticadas protecciones por el forro de la entrepierna. Y todo por algo palmario: quienes lo hicieron ¡estaban autorizados! ¿Cómo nos defendemos del lado amigo? Por lo pronto, EE.UU. ha emprendido a paso ligero una completa reevaluación de sus sistemas de seguridad al objeto de intentar corregir los calamitosos fallos que permitieron las filtraciones. Tras la pertinente contestación por todos los concernidos de un cuestionario exhaustivo elaborado por los principales centros de contraespionaje norteamericanos para tratar de esclarecer las fugas que pudieron existir en el proceso de custodia y uso de documentos confidenciales, van a sobrevenir exhaustivos perfilados de todo quisque embarcado en estos cometidos. Ojalá eso no signifique la desaparición de la privacidad. Otro tanto parece estar haciendo el entorno financiero a tenor de la reciente ‘cantada’, también en WikiLeaks, del señor Rudolf Elmer, ex trabajador del banco suizo Julius Baer, quien suministró los datos de 2.000 evasores, previo robo y revelación de secreto bancario. En fin, malos tiempos para la confianza; otros, se están frotando las manos.

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