Los códigos, las leyes y el comercio electrónico

Los códigos de prácticas comerciales están proliferando como setas. Casi todos están cortados por el mismo patrón: carecen de abolengo y su floración presenta una difusa nomenclatura; así, los tenemos éticos, deontológicos o tipo; de buenas prácticas, conducta o gobierno; comerciales, mercantiles o profesionales...
JOSÉ DE LA PEÑA SÁNCHEZ
Auditor Censor Jurado de Cuentas
y Licenciado en Informática
info@codasic.com
Mencionaremos algunas iniciativas existentes en el contexto: el Código de Buenas Prácticas Comerciales para el Comercio Electrónico (Aenor), el Código Ético de Protección de Datos Personales en Internet (Aece), el Código de Conducta Aptice, el Código de Conducta de Comercio Electrónico (Asociación de Internautas), WebTrust (Aicpa/Cica/IACJCE), Ernst & Young, el Programa BetterWeb (PricewaterhouseCoopers), Fedma, WebTrader Code...
Como resulta evidente, uno de los escenarios más favorables para la aparición de estos llamados códigos ha sido el del comercio en web. La causa es clara en España: el vacío legal existente (estamos a la espera de la LSSI, de la ley de firma electrónica, del nuevo reglamento de PSC
de lo que venga) y, quizá, algo más profundo: un intento por hacer olvidar la poca seriedad que ha rodeado en general al ramo web bitusí, y, en alguna medida, bitubí, aunque siempre haya excepciones.
Investigando en el DRAE/1992, encontramos que la acepción novena de ‘código’ es: «Conjunto de reglas o preceptos sobre cualquier materia». En ISO/IEC: UNE-EN 45020 12: 1998, se señala que ‘código de buenapráctica’ es el «Documento que recomienda prácticas y procedimientos para el diseño, fabricación, instalación, mantenimiento o utilización de equipos, estructuras o servicios». Si nos estiramos en el esfuerzo, podría llegarse a una definición de principios generalmente aceptados sobre comercio electrónico. Y ya se sabe que los usos son fuente de derecho mercantil.
De cualquier forma, y aunque hayamos mantenido en esta sección un tono crítico frente a la primera ola de manifestaciones del comercio electrónico, no está de más indicar que éste va a crecer, a pesar de los obstáculos, resistencias y problemas de seguridad, tal y como sucedió con las tarjetas de crédito, cuya utilización masiva es hoy incuestionable.
A medida que se vaya instaurando la ‘nueva economía’, el periodo entre auditorías (cuentas, seguridad, calidad...) deberá acortarse
SERLO Y RECONOCERLO

Sin embargo, para que esto suceda las cosas tienen que cambiar. El subgobernador del Banco de España, Don Gonzalo Gil, durante su intervención el pasado junio en el curso «La nueva economía. Perspectivas 2001», en la UIMP, realizó una serie de manifestaciones de gran interés para todos, y especialmente para el sector financiero que ha emprendido aventuras de banca en línea. Sobre el riesgo estratégico manifestó que «es el más difícil de corregir...». Tal riesgo indicó– «es especiamente grave cuando los administradores y gestores son inexpertos en banca electrónica, algo casi inevitable, y, de forma muy especial, cuando además, no lo reconocen». Tremendo.
El subgobernador dijo más cosas, pero con la referida tenemos suficiente. La verdad es que muchos servicios en web han estado sometidos a prácticas impensables en otras áreas: diseño de modelo de negocio descuidado, precipitación excesiva en su puesta en marcha, indisponibilidades de servicio, falta de conocimiento de la posible demanda, información insuficiente para el usuario, inmersión en procesos especulativos hoy desacreditados, trivialización de la confianza, sospechosas prisas en hacer creer a la gente que los problemas de seguridad (integridad, disponibilidad, confidencialidad) estaban superados, falta de celo en dar a la ‘privacidad’ (datos personales) el protagonismo creciente que merece en nuestra sociedad... Todos estos factores no han ayudado a conferir al medio, no tan masivo como se quisiera (posibilidades limitadas de acceso rápido la Red, navegación costosa, terminales caros...) la seriedad que requiere.
En más de una ocasión hemos evidenciado en esta sección las tensiones existentes entre el sistema sajón de EE UU y el sistema continental de la UE (con disfunciones sajonas internas). En el primero se estilan los códigos, en tanto que en el segundo nos gustan más las leyes. Esta diferencia cultural afecta a muchos frentes de las relaciones. La auditoría, sin apellidos, en uno de estos frentes. No obstante, y en el caso del mundo bursátil, la realidad la marca el complejo SEC/NYSE, puesto que las multinacionales de la UE cotizan en Nueva York.

LEYES

Las prácticas, sellos, marcas éticas y códigos relacionados con el comercio electrónico, tanto los de factura cañí como los del otro lado del ‘charco’, que tan curiosamente están proliferando, tienen pocos visos de prosperar en él. No por su finalidad, que es positiva, sino por su forma de propagación y verificación entre los actores, y por estar promovidos principalmente por asociaciones. Y España –ya se sabe– suele considerarse como un solar poco propicio para el asociacionismo.
Entendámonos: las leyes son para todos, en tanto que los códigos a los que nos referimos obligan exclusivamente a quienes a ellos se adhieren, dejando a los consumidores el ‘marrón’ de desconfiar de todas aquellas entidades que pasan de tales códigos y –dicho sea de paso– de la correspondiente auditoría de cumplimiento en no pocos casos. La verdad es que los códigos no han funcionado en España ni cuando en una ley (la de protección de datos, por ejemplo) se les ha dado carta de naturaleza.
Nos vamos, pues, acercando en nuestra argumentación a la ‘panacea’ legislativa, a la tan deseada y todavía non nata ley de servicios de la sociedad de la información y de comercio electrónico, conocida como LSSI.
Esperamos que con ella no se cumpla lo manifestado por el académico de la RAL Don Gregorio Salvador, cuando en el pasado seminario sobre el lenguaje forense, organizado por el CGPJ, dijo que «Los textos legales que nos rigen se nos ofrecen oscuros, imprecisos, a veces de difícil interpretación... en la redacción de las leyes intervienen centenares de personas, por lo que su estilo acaba siendo rebuscado, ambiguo y nebuloso... uno se inclina a pensar que es lo que maliciosamente se pretende».
Ya comenta Cándido que estamos en tiempos del pactismo en nombre de la teoría absolutista del consenso, y no en los de la realidad espontánea y caleidoscópica, que remata Chumy Chúmez como la unanimidad más uno.
Un servidor no sabe si lo que maliciosamente se pretende es hacer leyes malas; sin embargo, y gracias al acceso por web a documentos parlamentarios –que todo hay que decirlo–, uno ha podido leer alguna que otra transcripción de reuniones de comisiones sobre temas relacionados con el comercio electrónico, la seguridad y la 'privacidad'. He creido percibir al leer dichas transcripciones, el esfuerzo de los profesionales invitados a hablar a sus Señorías por bajar el nivel de sus explicaciones para hacerse entender; también he podido valorar las preguntas realizadas por algunos parlamentarios a los profesionales invitados a hablarles, y no sabría yo qué decir, salvo que el esfuerzo por informar a ‘todos’ los ciudadanos sobre la sociedad de la información es una asignatura pendiente.
La verdad es que al escribir y especular sobre algunas manifestaciones del comercio electrónico, uno tiene la sensación de que la entrega queda sin hilazón.
Sea o no verdad lo dicho, terminaremos la misma con una alusión al mundo de la auditoría, que está detrás de algunas leyes y, evidentemente, de casi todos los códigos de conducta. A medida que se vaya instaurando la ‘nueva economía’ (esencialmente intangible y volátil), el periodo entre auditorías (cuentas, seguridad, calidad...), cuya experiencia le viene al mundo mercantil de la antigua economía (especialmente tangible), deberá acortarse. La auditoría en la que tenemos más experiencia es la histórica, es decir, aquella que sucede en un medio de evolución lenta. Esto habrá que cambiarlo, si se quiere que la auditoría sirva para algo en escenarios de evolución acelerada y turbulenta, en los que las TIC, su seguridad, fiabilidad y eficiencia van a marcar el ritmo, pese a las leyes, que nunca serán perfectas, y a los códigos de conducta, que nunca serán leyes.

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