La vara de medir humo |
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A veces las actitudes científicas cerriles generan monstruos. Igual que resulta poco menos que imposible hoy (y a buen seguro, también mañana) medir con matemática exactitud la esperanza, la alegría, el goce; igual que no parece factible hablar desde el respeto o la cordialidad, ya que todavía no ha nacido el Livingstone que descubra su paradero; también, digo, es complicado medir la reacción de un primer ejecutivo de un banco que empiece a tomar conciencia de lo que puede costar que el logo de la institución esté siendo divisa de correos electrónicos fraudulentos (a veces, incluso, con mensajes intimidatorios), cuyos autores/delincuentes, suplantando el buen nombre de la entidad, bombardean con cada vez mayor profusión a casi todo aquél cuya cuenta de correo-e se ponga a su alcance, en una suerte de pre-estadio de lo que en otro contexto pelín inocentón se llama spam. |
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