Es propio del ajetreado sector de las TIC que una mayoría aplastante de sus miembros cometan atentados contra la lengua, no ya sólo usando vocablos deleznables, sino también –y lo que es peor–, insistiendo una y otra vez en decir las cosas mal, cuando pueden decirse bien sin mucho esfuerzo. Un caso clásico de esto último lo constituye la palabra cifrado, que hoy únicamente pronunciamos para referirnos al cifrado los últimos de Filipinas. Los demás hablan de encriptar. Incluso hay quien se lo hace encifrando.
Y en este mismo sector es también un clásico utilizar hasta la saciedad una palabra en cualquier situación con lo que se torna polisémica, perdiendo todo su valor. Hay un ejemplo inmejorable en confiar y confianza, que rara vez dejan de salir en conferencias, charlas, artículos, noticias, entrevistas, comentarios...
Aquí, en esta modesta revista, se defiende lo que dijo un sabio decimonónico; a saber: que “En confiar no hay más que esperanza, y en fiarse hay seguridad”. Para entenderlo, pongamos un ejemplo: un integrador hace una obra en casa del cliente. Podemos decir, entonces, que dicho integrador “confía” en que el cliente le pagará lo que le debe, y no exige necesariamente recibo porque se “fía” de la honradez de dicho cliente.
Y es que lo contrario de confiar es desconfiar, en tanto que lo contrario de fiarse (no confundir con fiabilidad) podría ser no fiarse, lo que nos daría venia para hablar con propiedad de prevenirse. La prevención, pues, nace de no fiarse.
Pasa que si en el propio ámbito profesional de la seguridad TIC tendemos más a desconfiar que a fiarnos, o sea a tener más bien esperanza, quizás estemos dando un mal ejemplo. Y, desde luego, pocas compañías aseguradoras (los actuarios son implacables) se lanzarán a crear pólizas que aseguren la información, que sería el gran indicador de que las cosas las estamos empezando a hacer bien.
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